LA SOLEDAD DE UN CRISTIANO
Por
A. W. Tozer
La soledad de un
Cristiano es el resultado de su andar con Dios en un mundo perverso; un caminar
que muy a menudo lo lleva a apartarse de la comunión con buenos cristianos así
como del mundo no regenerado (los no conversos). Sus instintos dados de Dios
claman por compañía con otros de su mismo sentir, otros que puedan entender sus
deseos, sus aspiraciones, su absorción en el amor de Cristo; y debido a que
dentro del círculo de sus amigos hay tan pocos que comparten sus experiencias
internas, él se ve forzado a caminar solo. Los deseos insatisfechos de los
profetas por comprensión humana los causaba a clamar en sus quejas, y aun
nuestro Señor sufrió de la misma manera.
El hombre [o
mujer] que actualmente ha experimentado internamente la divina Presencia, no
encontrará muchos que lo entiendan. El encuentra a pocos que les interesa
hablar aquello lo cual es el objeto supremo de su interés, así que a menudo
está silencioso y preocupado aun en el medio de una ruidosa reunión religiosa.
Debido a esto él recibe la reputación de ser aburrido y demasiado serio, y por
eso es evitado y el espacio entre él y la sociedad se hace cada vez más grande.
El busca a amigos en cuyas vestiduras él pueda sentir el olor de mirra y aloe y
casia de los palacios de marfil, y al encontrar solo pocos o ninguno, él, al
igual que María, guarda estas cosas en su corazón.
Es esta misma
soledad la que lo lleva hacia Dios. Su incapacidad de encontrar compañía humana
lo conduce a buscar en Dios lo que no puede encontrar en ningún otro lugar.
Y ellos le
han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio
de ellos, y menospreciaron sus vidas
hasta la muerte. (Ap. 12:11)
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