viernes, abril 23, 2010

BUSCADORES INCANSABLES DE LA PRESENCIA DIVINA


“Dios está presente en todo punto del espacio, si no podemos ir a ningún lugar donde él no esté, si ni aun podemos concebir lugar alguno donde Dios no se encuentre, ¿por qué entonces dicha Presencia universal no es la más celebrada verdad del mundo? (…) Las gentes no saben que Dios está aquí. ¡Qué diferente sería todo si lo supiesen!
¿Por qué algunas personas hallan a Dios en una manera que otros no pueden? ¿Por qué Dios manifiesta su Presencia a algunos pocos, y deja inmensas multitudes en la media luz de una experiencia cristiana imperfecta? Por supuesto, Dios desea lo mismo para todos. Él no tiene favoritos dentro de su familia. Lo que hace por una de sus criaturas, puede hacerlo por cualquier otra. La diferencia no la hace Dios, sino nosotros.
Escojamos al acaso una veintena de grandes santos cuyas vidas son conocidas de todos. Estos pueden ser personajes bíblicos o de la historia de la iglesia. Nos llamará la atención el hecho de que siendo todos ellos santos, no todos son iguales. En algunos casos la diferencia es tan notable que llama poderosamente la atención. Por ejemplo, cuan diferente fue Moisés de Isaías, Elías de David, Pablo de Juan, San Francisco de Asís de Martín Lutero, Tomás de Kempis de Carlos Finney. La diferencia entre ellos es tan grande como la vida humana: diferencia de raza, de nacionalidad, de cultura, de temperamento, de costumbres, de cualidades personales. Sin embargo todos ellos, día tras día, anduvieron en la elevada senda de la vida espiritual, por encima del camino común de los demás. La diferencia entre ellos era puramente incidental, y nada significaba a los ojos de Dios En alguna cualidad vital, ellos eran idénticos. ¿Cuál era esa? Me aventuraría a decir que la cualidad vital que los unía era la receptividad espiritual. Había en ellos algo que siempre estaba abierto para el cielo; algo que los impelía hacia Dios. Sin intentar hacer ningún análisis de ellos, diré únicamente que tenían comprensión, espiritual, y que la cultivaron de tal modo que llegó a ser lo más grande de sus vidas.
La diferencia entre ellos y el resto de los mortales consistió en su deseo de vivir en comunión con Dios, e hicieron todo lo que estuvo a su alcance para lograrlo. Durante toda su vida tuvieron el hábito de responder a lo espiritual. No desobedecieron la visión celestial. Como lo dice el salmista David, “Mi corazón ha dicho de ti, Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová” Como en todo lo bueno de la vida humana, detrás de esa actitud receptiva está Dios. La soberanía de Dios está allí, y la sienten aun aquellos que le dan mayor importancia teológica.
Importante como es el hecho de que Dios está trabajando con nosotros, quiero advertir que no pongamos demasiada atención en ello. Puede conducir a una estéril pasividad. Dios no nos exige que comprendamos los misterios de la elección, predestinación ni la divina soberanía. La mejor manera de encarar estas verdades es levantar los ojos al cielo y decir: ” ¡Oh, Señor, tú lo sabes!” Son cosas que pertenecen a la profunda y misteriosa omnisciencia de Dios. La investigación de estos misterios podrá formar teólogos, pero jamás santos.

UNA GENERACIÓN DE BUSCADORES SUPERFICIALES

La generación de cristianos que ha crecido entre botones eléctricos y computadoras se impacienta cuando se le pide que emplee métodos más lentos. La verdad es que hemos estado tratando de emplear métodos mecánicos en nuestras relaciones con Dios. Leemos apresuradamente la porción bíblica marcada en el cuaderno, y luego salimos corriendo a la reunión evangélica para escuchar a un aventurero religioso venido de lejanas tierras, pensando que eso aliviará nuestros problemas espirituales.
Los resultados trágicos de estas cosas los vemos en todas partes: en la vida superficial que viven muchas personas tituladas cristianas, en la filosofía hueca que sostienen y el elemento frívolo y burlesco que predomina en las reuniones evangélicas, en la exaltación del hombre y en la fe que se pone en los actos puramente externos; en los “compañerismos” religiosos y parecería con enemigos del evangelio, y en los medios comerciales que se emplean para hacer la obra de Dios. Todos estos son síntomas de una grave enfermedad, una enfermedad que afecta la misma alma del cristiano.
Ninguna persona es responsable directa de esta enfermedad. Más bien, todos somos un poco culpables de ella. Todos hemos contribuido, directa o indirectamente, a este estado de cosas. Hemos sido demasiado ciegos para ver, o demasiado tímidos para hablar, o demasiado egoístas para no desear otra cosa que esa pobre dieta con la cual otros parecen quedar satisfechos. Para decirlo de otro modo, aceptamos las ideas de unos y otros, imitamos las vidas de otros, y aceptamos lo que ocurre a otros como el modelo para nosotros.
Por toda una generación hemos estado descendiendo. Nos encontramos ahora en un sitio bajo y arenoso, donde solo crece un pasto pobre, y hemos hecho que la Palabra de Dios se ajuste a nuestra condición, y todavía decimos que este es el mejor alimento de los bienaventurados. Se requiere firme determinación, y bastante esfuerzo, para zafarse de las garras de nuestro tiempo y volver a los tiempos bíblicos. Pero es posible hacerlo. Los cristianos del pasado tuvieron que hacerlo así. La historia relata algunos de esos regresos en gran escala, encabezados por hombres tales como San Francisco, Martín Lutero y Jorge Fox. Desgraciadamente, en estos días no parece vislumbrarse ningún varón de la talla de estos.
Si vendrá o no vendrá un hombre de estos, es algo en que los cristianos no están bien de acuerdo, pero eso no importa. No pretendo saber todo lo que Dios hará con este mundo, pero creo saber lo que hará con el hombre o la mujer que individualmente le busca, y puedo decirlo a otros. Dejad a cualquier hombre volverse a Dios, dejadle que se ejercite en la santidad; que trate de desarrollar sus facultades espirituales con fe y humildad, y ya veréis los resultados, mucho mayores que en los días de flaqueza y debilidad.
Cualquier cristiano que sinceramente se vuelve a Dios, rompiendo el molde en el cual ha estado encerrado, y recurre a la Biblia con el objeto de hallar en ella sus normas espirituales, será dichoso con sus hallazgos.
ORACIÓN
¡Oh Dios y Padre! Me arrepiento de mi excesiva preocupación por las cosas materiales. He estado demasiado enredado en las cosas del mundo. Tú has estado aquí, y yo no me he dado cuenta de ello. He estado ciego, y no te he visto. Abre mis ojos, para que pueda verte en mí y alrededor de mí. Por amor de Jesús, amén.”

Fragmento tomado del libro "Busqueda de Dios" de A.W.Tozer, lo puede bajar completo a su ordenador desde el lado izquierdo abajo de este blog!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bienvenido al Blog!
Gracias por dejar tu comentario. Te recuerdo que éste es un espacio Cristiano y por lo tanto los mensajes y comentarios remitidos son evaluados. Si algún mensaje está fuera de contexto o contiene algún lenguaje obceno e inapropiado será removido inmediatamente.
El Señor te Bendiga